miércoles, noviembre 29, 2006


DELFINES BAILANDO

Dos delfines nadan
en un mar de júbilo...
¡¡Están compartiendo
un luminoso beso !!
Corren por el mar
y van y vienen bailando...
Después se zambullen en lo hondo
se sumergen...
… En las profundidades
de la paz infinita,
De la que han desaparecido
todas las penas del mundo.
Después emergen
y escrutan la tierra
¡¡Buscando amigos
con los que compartir su alegría!!
Atienden a la canción
de los corazones llenos de oro...
Enviando un puro mensaje
a aquellos a quienes sostienen...
Muy adentro sus memorias
de los tiempos atlantes...
Aquellas almas que están preparadas
para responder a sus cánticos.
Cuando poco después
dos corazones se encuentran...
¡¡¡Aplauden con sus aletas
emitiendo sonidos de alegría!!!
¡¡Nadan profundamente entre sus cuerpos
para atraer su atención
a un círculo de amor tántrico
de otra dimensión!!
¡¡Misión cumplida!!
¡¡Su tarea ha sido completada!!
Dos almas se han reunido,
¡¡Las llamas gemelas al fin se encuentran!!
Por todo el mundo
usan sus sonares,
para encontrar amores antiguos
de ahora y siempre...
¡¡Traen una gran alegría!!
¡¡Trabajan con enormes bríos!!
Sabiendo que reunir almas gemelas
supondrá la sanación del planeta!!
Porque el dulce amor
que hay entre dos corazones auténticos y puros
será el dulce bálsamo
que pueda ayudar a traer la cura,
a todos los sufrimientos
que hay ahora en nuestra tierra.
El paraiso volverá...
¡¡Es hora de empezar!!

jueves, noviembre 23, 2006

¿POR QUÉ SONRÍEN LOS DELFINES?

Los niños lo saben.

Los niños no necesitan las palabras para comunicarse, basta sólo una mirada,
o una sonrisa, o tal vez un gesto, para que se le acerque otro niño.

Y eso, los delfines lo saben, porque son niños.
Los delfines bebés son niños, y los delfines papás son niños.

Una vez, hace mucho tiempo atrás, los pescadores se metían al mar
con sus redes y sus barcos muy rudimentarios para probar suerte, a veces la tenían, a veces no. A veces pescaban mucho y variado,
otras regresaban con las manos vacías.
A veces regresaban, otras no.

A Dios le preocupaba la idea que esos hombres estuvieran solos
en medio de grandes tormentas, en medio de mares inmensos,
lejos de sus familias, y decidió hacer algo.

Entonces, Dios, el creador de todo, que vive en el cielo que también creó,
reunió a una gran cantidad de niños convertidos en lucecitas,
niños que no habían tenido la oportunidad de estar mucho tiempo en la tierra,
la oportunidad de jugar con otros niños, la oportunidad de sonreír,
o simplemente la oportunidad de nacer, y les habló de regresar a la tierra.

Hubo un gran griterío, y todos se pusieron muy contentos con la idea de volver a corretear.
Pero no era todo tan fácil, regresarían bajo ciertas condiciones.
No podían comunicarse con los pescadores, solamente hacerles compañía, y
ayudarlos a llenar sus redes, a cambio de eso, podían jugar todo el tiempo que quisieran.

Entonces Dios puso manos a la obra, y comenzó a idear el plan,
les dio a los niños una forma diferente a la que habían tenido,
una forma que permitiera navegar junto a los pescadores, sin agitarse,
con sólo moverse apenas, colores bellos, y la capacidad de comunicarse con sólo mirarse.
Les dió forma de delfines, y una noche cerrada y muy tormentosa,
descendieron a todos los mares del mundo, miles, de diferentes tamaños,
y de diferentes colores.

Los pescadores están muy ocupados en pescar más y más, antes que lo pesque otro,
y no prestan atención a esas criaturas que los acompañan,
que juegan delante de la embarcación, y que, a veces, les ayudan a
llenar las redes para llamar la atención. Pero los niños sí saben del secreto,
y les gustan los delfines.

No hay un niño que no le gusten los delfines,
y tampoco hay un delfín que no le gusten los niños.
Los niños saben que la sonrisa de los delfines no puede ser sino de otro niño,
y algunos grandes también sospechan lo mismo.

Son los que encierran delfines en acuarios para hacerlos trabajar,
los que quizás hicieron trabajar antes a niños, quitándoles la sonrisa.
Son los que matan a los delfines con sus redes, sin hacer nada para evitarlo,
los que quizás antes también hicieron sufrir a niños.

Pero los delfines (como los niños), siempre nos dan otra oportunidad, y
juegan y ríen esperando el momento que dejemos de hacerlos sufrir.
Podrán sacarle la vida a los delfines, podrán sacarle su carne,
pero nunca podrán sacarle su sonrisa.

viernes, noviembre 17, 2006

LA SIRENA

Quería ella buscar a su amado que se fue muchas olas atrás,
quería ella escaparse de una isla de la Habana tropical,
montarse al arco iris, resbalar y así ganar su libertad,
salir volando, ir nadando, alguna forma de poderlo encontrar.

Vestida como un hada ella se fué
montada en un delfín ella escapó
y en la mar ella se hundió.

Nadando entre corales, caracolas, y entre peces de colores
jugando con delfines en las olas empapada en amores.

Y el profundo azul llenaba sus rincones y borraba sus dolores
la luna le plateaba sus espaldas, y su cola y sus escamas.

Vestida como un hada ella se fué
montada en un delfin ella escapó
y en la mar ella se hundió.

De repente ella soñó, que encontraba a su amado que nadaba a su lado
de repente ella soñó, que sus cuerpos enlazandose sumían abrazados
en la mar.

De repente despertó, y sus sueños diluídos entre azules y el olvido
de repente despertó, convertida en sirena, recostada en la arena.

De repente despertó, y sus sueños diluídos entre azules y gemidos
de repente despertó, convertida en sirena, recostada en la arena.

En la mar, una sirena.
Maná